Mamá quiero ser artista

¿Recordáis lo que queríais ser de pequeños? Yo quería ser actriz. La primera vez que lo dije en casa pensaron que era lo típico de cuando todos queremos ser a la vez cosas tan dispares como astronauta, profe, veterinario o bombero. Sonriendo me dijeron “tú estudia y cuando crezcas ya se verá”. Con el tiempo descubrieron que lo decía en serio así que pasé a escuchar aquello de “estudia una carrera con futuro, y luego puedes tener ese hobby si quieres”. Era muy buena estudiante, de esas a las que le dan becas para ir al extranjero y todo eso, así que parecía a ojos de la mayoría que sería un desperdicio que no me dedicara a lo que muchos llamaban “una carrera de verdad”. Algo parecido les debieron decir a mis padres pues mi padre tenía una voz para la ópera y terminó siendo médico y a mi madre le insistían en que aquello de bailar no era de señoritas. Puesto que esa parecía la opinión generalizada pensé que debía ser lo correcto y me puse a ello: me convertí en una economista y conseguí trabajo como especialista en inversiones en una conocida multinacional. Me fue muy bien, la verdad es que no me puedo quejar. Durante un tiempo hasta llegué a pensar que quizás tenían razón los que me decían que aquello eran tan sólo fantasías de niña.

Pasé bastantes años dedicándome casi en exclusiva a aquel trabajo hasta que algo que ocurrió me hizo darme cuenta de que estaba dejando de vivir y disfrutar cosas que para mí eran importantes. Ese día decidí que fuera como fuera no quería dejar mi sueño en el olvido y empecé a formarme como actriz. Me sentí un poco ridícula al principio porque en los cursos todos eran mucho más jóvenes que yo pero cuando me ponía delante de la cámara se me olvidaba todo. Gracias a eso empecé a participar en cortometrajes y en algo de publicidad y a conocer gente con las que tenía muchísima afinidad. Fue una inyección de felicidad y curiosamente en esa época en que repartía mi tiempo entre el trabajo y mi pasión, mis resultados laborales fueron aún mejores que hasta entonces.

Cada vez tenía más claro que quería hacer un cambio en mi vida pero mi situación económica y profesional era bastante buena y me costaba dejar esa estabilidad que me daban. Por fortuna la vida me dio ese empujoncito que me faltaba, más bien creo que fue un empujón en toda regla: tras 19 años en la empresa me hicieron una estupenda oferta de otro banco y me decidí a cambiar. Pensé que como las condiciones eran bastante mejores, ahorraría y en pocos años podría dar el salto a esa nueva vida que quería. Pero no me dio tiempo ni a empezar a ahorrar, 6 meses después de empezar liquidaron la empresa y de un día para otro todo aquello sobre lo que había girado mi vida hasta entonces desapareció. Fue un auténtico shock no lo puedo negar pero si os soy sincera también fue un gran alivio pues de repente tenía ante mí la oportunidad para rescribir mi vida y esta vez decidí que escribiría esa historia con la que tanto tiempo había soñado.

Comprendí que todos aquellos años de banca no habían sido una pérdida de tiempo como al principio pensé. Precisamente gracias a esa vida ahora hablo los dos idiomas, el artístico y el de los negocios y he adquirido conocimientos y herramientas que con frecuencia se olvidan de incluir en las carreras artísticas. Herramientas clave que pueden marcar una gran diferencia en la vida de un artista y que pueden hacer de su carrera una con tanto futuro y tan rentable como cualquier otra profesión. Decidí entonces que a partir de ese momento combinaría mi gran pasión con el asesoramiento y la transmisión de esos conocimientos a creativos y artistas de todas las especialidades. Para que cada vez sean más los que puedan vivir de su arte de una forma rentable. Para que esos artistas anónimos que tenemos a nuestro alrededor dejen de serlo y podamos disfrutar de eso que mejor saben hacer, su ARTE.